No sé si a vos te pasará, pero a mí sí, y cada vez más seguido.
Al principio estaba bueno poder tener una forma gratis de comunicarse con todo el mundo, especialmente con la familia que vive lejos. También estaba bueno poder mandarse fotos, videos, audios. Ya que el audio es como hablar con alguien, pero con delay. Por ende, no escuchamos el tono de la forreada como si fuese cara a cara o en una llamada telefónica normal, y supongo que es porque nadie se quiere grabar sonando como trastornade mental o hacer un audio que suene a amenaza de muerte. Bueno, algunes sí, pero no estaría siendo la mayoría...
Después de los audios nacieron los benditos grupos. Y los memes. Y la gente que recién estrena el whatsapp y descubre un mundo infinito de formas posibles de romperle ovarios y huevos a la humanidad toda.
Y el grupo de la salita roja, y el del acto de fin de año, y el de las mamis de 5°, las mamis de voley, las mamis de patín, las de danza, los parientes lejanos, los parientes lejanos más cercanos, los primos, los hermanos, los colegas, los del gremio, los alumnos, las mujeres, los del partido, los del club, los de pilates, los de la iglesia, los de la cooperadora... y todo tipo de grupo ad hoc para lo que sea: cumpleaños, reuniones, eventos de todo tipo y color.
Y ahí empieza el maldito caos. Algo que parecía que te resolvía la vida, una vez que tu número se hizo público, cagaste.
Ya no podrás dormir la siesta sin que te suene algún mensaje descolgado de alguien que ni siquiera sabés quién es, porque está en el grupo, pero obviamente vos no lo pusiste.
Tampoco te podés ir porque van a pensar que te enojaste por algo, y van a crear subgrupos para criticarte.
Todo esto lo vas tolerando desde marzo hasta julio más o menos. Pero llegando a octubre, empieza a crecer la ansiedad, se multiplican los grupos de gente que capaz que se ve todos los días, pero igual necesita mandarse fotos inútiles a cualquier hora para cualquier pavada.
Y yo, como vos seguramente, entro en una espiral de locura imparable: tengo todo el tiempo el teléfono en silencio. Me despierto mirando la pantalla, me duermo mirando la pantalla. Necesito que todas las notificaciones estén en cero para poder dormirme. Y de día sueño despierto que estrolo el celular contra la pared y de golpe todos volvemos a hablarnos en la cara, como estaría bueno que se comuniquen los seres humanos.
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Cati